lunes, 24 de junio de 2013

Du It Llorcelf

Hay algo que aprendí de alguien mucho más sabio que yo (y no me acuerdo quién fue, mala mía). Es una conclusión de vida, a la que solo se llega por experiencia propia: si quieres que algo salga bien, hazlo tú mismo. Porque hay cosas que, sencillamente, no se pueden delegar...

Y en una economía que se contrae y no ofrece oportunidades de ingreso, esta conclusión se hace realidad. En una época en que tenemos el Facebook y el Twitter lleno de gente pero los verdaderos amigos los puedes contar con las manos y te sobran brazos enteros, es la conclusión lógica. Con una clase política que se enajena del pueblo en el preciso instante en que toman posesión de sus cargos, ¿de qué otra manera podemos pensar? Cuando algunos de nuestros líderes religiosos piensan en sus feligreses como una cartera de inversiones, ¿nos culparías por pensar en "doing it ourselves"? El trabajo tampoco escapa de esta realidad: cuando tus jefes y dos o tres soplapotes se despiertan todos los días con la encomienda de pisotearte para ellos escalar posiciones, ¿qué queda? 

Me fui lejos, pero sé que me entienden. Por ejemplo, si me toca ir al médico, el médico no me va a llamar a casa a darme la fecha de la cita. Me toca a mí llamar a su oficina. Si no, no hay break, cuando me explote una condición, es mi culpa. Por otro lado, si no me gusta mi trabajo, soy yo el que tengo que buscar uno nuevo, no va a llegar a casa. O si quiero un ascenso o aumento (no necesariamente en ese orden), tengo que pedirlo yo, tramitarlo yo, buscar los documentos yo, buscar las palas yo (o sea, somos adultos, no pongan esa cara).... Si quieres una bendición para tu vida, tú da el testimonio, tú haz las buenas obras, tú ora, tú entrégate al prójimo. que esa sea tu ofrenda. porque yo no voy a la iglesia a enriquecer al pastor, o al sacerdote. Nada de lo mío puede depender de nadie, porque el día en que esa persona me falle, me voy directo a la fregada. 

Este pasado viernes fue un día en que todas las personas que se cruzaron en mi camino se confabularon para quedarme mal. ¿Por eso me voy a frustrar? Uno se enoja, somos humanos. Pero pues, tuve que hacer todo eso que le confié a otros, yo mismo. Me voy a tardar más, pero me aseguro que salga, que se dé. 

Hoy es lunes. O por lo menos planeo publicar esto lunes. Tenemos una semana frente a nosotros que promete explotarnos los timbales. Una semana tensa. Difícil. Decisiva. Para todos. Pero, a la misma vez, esta semana se presenta como una llena de oportunidades al alcance de nuestras manos. Están ahí, a simple vista. Y sé muy bien que hay gente leyendo esto que son personas de empuje, asertivas, emprendedoras, de actitud positiva, de mente y corazón abiertos a las cosas nuevas. Este es un llamado para que - frente al temido, odiado, repudiado lunes - abramos los ojos, busquemos esa oportunidad y la hagamos nuestra. Pero eso es indelegable. Me toca a mí. Mi vida y hacia dónde la dirijo está en mis manos. Lo que necesito llegará en la medida en que yo mismo lo consiga. Como me enseñaron mis profesores de trabajo social: yo no le digo a la gente cómo vivir su vida. Yo le doy herramientas, ellos deciden si las usan o no.

Todo esto no significa que prescinda de la gente y viva como un ermitaño, aislado, sin confiar en nadie y sin pedir ayuda. Lo que significa es que, en este cuadrilátero llamado vida, mis peleas las doy yo. Las gano y las pierdo yo.