martes, 3 de diciembre de 2013

Un pequeño recordatorio...

Sólo un pequeño recordatorio...

Casi nunca, nada de lo que queremos que pase... pasa. Porque no hacemos que pase. Y no siempre "hacer que pase" significa una acción concreta, sino un dejar que El que puede hacer, haga. Porque, si algo distingue a la persona madura es que sabe sus límites.

El día tiene 24 horas, y a veces estamos ocupados, preocupados, cargados 25 de ellas. La crisis económica y social que ataca las familias, los eternos problemas laborales, la criminalidad producto de la desigualdad social... Todo eso tiene un efecto erosivo en el ser humano. Se refleja en su salud física, mental y emocional. Literalmente, le "chupa el vivir". Buscamos ayuda y vemos que todos estamos iguales de fastidia'os. ¿A dónde acudimos entonces? Mejor dicho,  ¿a quién? 

Y, en mi opinión, parece mentira que a estas alturas del juego nos hagamos esta pregunta. Pensemos: ¿el hacer siempre lo que nos da la gana nos ha servido de algo? ¿Las salidas fáciles del busconeo y el crimen duran para siempre? ¿Desde cuándo alguno de nuestros planes no nos falla?... 

Saben por dónde va la cosa, ¿verdad?

Claro que sabemos. Lo sabemos porque nos enfrentamos a esa realidad y no la queremos aceptar. Nos hemos querido hacer los fuertes mientras vivimos la vida de tropiezo en tropiezo, dando tumbos sin dirección sólo por orgullo. Por no saberse humillar. Y decir: ¡Te necesito, Señor!

Pasan los días, recibimos golpe tras golpe, hacemos planes sin pies ni cabeza que pensamos nos darán las cosas que necesitamos... Les tengo una noticia: nadie sabe mejor lo que necesitamos que ese Padre que nos creó. Nadie sobre la faz de la Tierra, ni con todo el dinero del mundo, puede echar a andar el plan de vida que debemos vivir si no es por el Señor que proveyó a Abraham y hoy día nos puede proveer a nosotros. Proveernos de salud, de prosperidad, de amor, de felicidad. 

Por supuesto, eso no quiere decir que no tengamos y hagamos nuestros planes y nos planteemos nuestros objetivos. Eso es normal y esperado en un ser humano. Pero, ¿qué nos cuesta que Dios afine, pula, acomode y hasta cambie nuestros planes? ¿Por qué todo tiene que ser como nos da la gana a nosotros?

A este mundo tan violento, les hace falta más gente que vivan con mansedumbre. Que vivan más el conocido refrán "el hombre propone... y Dios dispone". Que hagan, trabajen, se esfuercen, luchen, no se rindan. Pero puestos en manos del Señor, reconociendo que el tiempo de Dios ni se adelanta ni se atrasa. El tiempo de Dios es perfecto. Y Su voluntad siempre, SIEMPRE, es mejor que cualquiera de nuestros planes.