Éste no es el país en el que vivíamos antes. Y lo digo sin pretender que las sociedades no cambien. El cambio es natural y esperado. Es la escalada en violencia lo que ha transfigurado a Puerto Rico.
Y cuando hablo de violencia, uno la espera de los criminales, transgresores de la ley, narcotraficantes, entre otros próceres de nuestro país. Pero no, al party se han unido elementos de nuestras agencias de ley y orden. Compañeros que creen que la posesión de una placa y una arma de fuego les da autoridad de jueces, jurado y verdugos sobre otros ciudadanos. Como sucedió este lunes, cuando la policía municipal de Guaynabo le entró a tiros a una señora por no detener su guagua en el estacionamiento del centro comercial Plaza Guaynabo. Lo que al parecer no verificaron antes es quién iba guiando el vehículo, ni por qué no se detuvo. La dama había perdido el control de la guagua e impactó otros vehículos. Y los policías no encontraron mejor forma de detener el vehículo que abrir fuego contra él, violando las más mínimas reglas del sentido común. Y sin pretender querer saber qué pasó allí, me pregunto: ¿la dama los enfrentó con un arma o representaba amenaza de daño físico a los agentes o a otros civiles? ¿No? Bueno, entonces, ¿por qué esa reacción de los uniformados? Que le den gracias a Dios que la señora no murió de la impresión o por las lesiones.
Mi preocupación es que no sólo los maleantes se creen vaqueros, sino algunos funcionarios del orden público. Si el problema es el respeto perdido, no lo podemos confundir con miedo. Si a la gente se le trata a las buenas, aún con firmeza, la gente coopera, te respeta. Si vas con fronte de jodedor, eso mismo te va a pasar: se te va la mano y te jodes. O coges un tiro de gratis o agredes a un inocente. La ley empieza por la casa. Y, en este cuadrilátero llamado vida, te pueden descalificar...
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