Le voy a decir algo, por el bien de su salud mental: si usted busca todas esas cosas en una oficina de gobierno, lamento la decepción que se va a llevar. Esas cosas búsquelas en su casa, no afuera. Las oficinas de gobierno se hicieron para dar servicios, no para darle cariño a nadie. Y eso lo sé porque yo soy ciudadano también. Y no siento que me apuñalaron con una estaca porque no me contestaron los buenos días.
Así como hay afuera, en las oficinas hay diversidad de personalidades. No todos lo tratarán igual. El verdadero éxito de un equipo es que todos aporten por el bien común. Si la oficina funciona, ¿hace falta algo más?
No vaya a las oficinas de gobierno a quejarse de todo el Gobierno. Le ocurrirá una de dos cosas: lo van a ignorar como bolsa de... o le pondrán a un supervisor que probablemente le diga lo mismo que el que lo atendió antes. No es que no se queje: sólo canalícelo correctamente. Y todavía no he hablado de respeto...
Porque el respeto lo merecemos todos, pero no lo confundamos con cariño, con pasarle la mano... Yo lo respeto a usted cuando lo ayudo a conseguir lo que necesita, pero bajo las reglas de la agencia, no las suyas. Yo lo respeto cuando no le hago perder su tiempo. Trate de no hacerme perder el mío y siga instrucciones. Yo lo respeto cuando le pregunto, le requiero más papeles, cuando le digo lo que le falta... No es por fastidiarlo. Es porque el respeto hacia el otro viene de ser justo. De tratar a todos por igual. De dar lo máximo por usted. Porque la vida no es justa: eso nos toca a nosotros.
Es duro, es difícil. Pero hay que seguir.
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