Pero volviendo al punto inicial - mientras degusto una bolsa de aire con papas, y me tomo una Pepsi imaginándome que es una Coca Cola - he enumerado las 10 razones por las cuales odio los hospitales con la misma intensidad que Chicky Starr odia las pensiones alimentarias:
1- Siempre está lleno. Esta isla es un infección de oídos con playas, marrayo parta.
2- En las máquinas de dulces nunca hay M & M's. Y si pasa el milagro y hay, son de maní. Carajo, ¿no los venden en el mismo sitio?
3- Me toca siempre ir al turno de las enfermeras feas. Hello, para feo, yo...
4- No hay señal. O sea, ¿cómo voy a jugar Preguntados?
5- Los guardias sacando a uno cuando hay más de un acompañante. ¿Y si no me quiero ir? Tranquilos, tranquilos, no tiene que venir con sus compañeros, total, yo ni quería estar dentro...
6- Wendys, Popeye, Krispy Kreme... al otro lado de la avenida. ¿Por qué me hiciste gordito, Señor?
7- Univisión en la sala de espera. 24/7. Si yo quisiera ver el maratón de La Rosa de Guadalupe o Como Dice el Dicho, lo veo en Hulu. ¡No mamen!
8- Los stickers para los visitantes. La pega les dura 3 minutos y luego no hay quien los pegue para atrás. Consejo: no traten con una grapadora... mientras tengan la camisa puesta.
9- Las camillas. Yo admito ser un jíbaro camillístico, no sé ni ponerle freno, ni subirle el espaldar, ni las barandas...
10- La espera. La espera que desespera. Y uno poner la mejor cara para uno ser el apoyo de los demás. Pero fíjense, esta última no es algo malo. Es lo que nos toca. Es lo correcto. Es lo que nos enseñó Jesús, con Su Palabra y Su ejemplo.
¿Saben? Sólo son 9 cosas, no es tan malo. Peor sería esperar en un supermercado. ¿Les había dicho lo mucho que odio los supermercados?...