Hoy aprendí, de la peor forma, lo que es sentir vergüenza ajena. Y es una sensación que no le deseo a nadie. Sentirte culpable, responsable por acciones de otros, además de las propias.
Yo soy trabajador social y tengo la mala costumbre de preocuparme demasiado por los demás. Y la llamo mala porque debe serlo: no mucha gente la tiene o la quiere. En fin, llega un cliente tarde, a punto de cerrar, con un pedido de última hora. Se le explica que debía venir al día siguiente porque la persona que "podía" ayudarlo trabajaba temprano.
Me detengo un momento para analizar algo: si sólo una persona en la oficina puede hacer algo en particular, ¿cuán efectivos somos en realidad? Y si a veces estamos cansados de atender público, ¿por qué no aprender de todo para atenderlo en menos tiempo? Estoy siendo realista: hay días buenos y días malos. Pero qué malo es ir a buscar ayuda a un sitio lleno de gente y nadie te "pueda" ayudar.
Así que, al final, terminé haciéndolo yo. Perdí mi pon a casa, salí tarde y un poco decepcionado de que a veces renunciemos a aprender algo nuevo. O a ayudar a otros con lo que sabemos. Lo que es lo mismo... ¿Podemos decidir cuándo servir? Fuera de lo que dice la ley, ¿es prohibido dar sólo un poco más?
En conclusión, mañana no iba a trabajar... Pero, mientras escribo, le pongo la alarma al reloj porque mañana hay trabajo. Recuerden: aquellos que hoy pelean en el evento estelar, empezaron abriendo carteleras... Próximo paso: la mitad de cartelera...
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