Mano, estoy tratando, de verdad que estoy tratando…
Este último año ha sido un constante ejercicio de adaptación. Todo lo que pensaba que no iba a cambiar… cambió. Desde la hora de despertarme hasta la hora de cerrar por fin los ojos a (tratar de) descansar. Hace un año, perdí a la persona que hacia de esta casa mi hogar. Y con su pérdida, perdí mucho más. Porque esta casa cada vez está más vacía.
Quedamos abuelo y yo. Nos quedamos solos ese primero de noviembre. Pasando los días lo más tranquilos posible. Pero estoy seguro que, como yo, se acuerda de tiempos más felices… y más acompañados. Pero al menos nos tenemos el uno al otro al final del día. Y lo cuidaré hasta que no pueda más. Al menos eso trato. Estoy tratando, de verdad.
La casa no se ve igual, ni su fachada, ni sus muebles, ni sus paredes donde antes había muchas fotos. Fotos que están guardadas porque, ¿para qué acordarse?
Un año más tarde, aquí estamos en la sala, abuelo recostado en el sofá, y yo escribiendo y desahogándome. Porque, aunque no soy tan relevante o tan visible como antes, sigo estando aquí, y sigo luchando. Porque así me enseñaron, y así seguiré. Porque queda gente por la que luchar. Empezando por mí.
Voy a seguir trabajando, seguir cuidando a abuelo, hasta empecé a estudiar de nuevo… Tengo que seguir haciendo todo lo posible por mantenerme y mantener a los míos a flote… porque eso me enseñó mi mamá. Mi mamá, que no dio ni pidió tregua y sacó a sus hijos adelante. Y lo menos que yo puedo hacer para honrarla es luchar. Porque dicen que “no hay mal que dure 100 años…”
Hoy, como todos los demás días, tocará vivir lo mejor posible, dentro de todo, con la esperanza de un mejor futuro. Porque, en este cuadrilátero llamado vida, uno honra a su maestro poniendo todo en la línea.
¡Te amo, mamá, y te extraño mucho!

No hay comentarios.:
Publicar un comentario