Probablemente voy a caer mal por lo que voy a decir aquí. Pero también, probablemente, me importe tres pepinos. Hecha la salvedad, les cuento: hace poco estaba con un grupo de personas orando... (yo oro de vez en cuando, chorro de joyas, por si acaso)... Decía que oraba con un grupo de personas y reflexionábamos en uno de los múltiples testimonios de sanación que aparecen en la Biblia. De momento comencé a pensar (que problema): a veces recurrimos tanto a testimonios de otras personas y parece que Dios no obrara en mi vida. ¿No hay ni siquiera un momento que pueda compartir con otros en el cual el amor y la misericordia de Dios se han hecho presentes en mi caminar?
Y no es que tenga problemas con leer y compartir la Biblia. Nada más lejos de la realidad. Pero, a veces (a veces), la repetimos como el papagayo. ¿Y nuestras vivencias, qué? Todos esos hombres y mujeres de fe en la Biblia nos enseñan todos los días. Pero, en mi humilde opinión, nada mueve a mi prójimo a convertirse como MI testimonio. ¿O es que esperamos que frente a nosotros Dios levante un muerto, o le dé la vista a un ciego? ¿Que multiplique la comida? ¿Que sane a un enfermo terminal? No me malinterpreten: Dios puede con eso y todo lo demás. Lo que digo es que, al yo ignorar y subestimar los pequeños milagros y las pequeñas bendiciones de todos los días, pierdo el sentido de lo que significa la fe.
Sólo el levantarme luego de haberme mantenido respirando toda la noche es tremendo milagro. Tener algo que llevarme a la boca de desayunar antes de salir de mi casa es una muestra del amor fiel de Dios. Que yo llegue sano y salvo a mi trabajo con lo mala que está la calle en Puerto Rico es motivo suficiente para dar gracias a Papa Dios a diario. ¿Y tener trabajo en esta época, y poder mantener a mi familia? ¿Llegar a mi casa y poder abrazar a los míos, sin importar los problemas? ¿Qué más testimonio que experimentar el amor y la misericordia de Dios todos los días y que la gente vea tus frutos a través de tus palabras y obras? Yo creo que Dios tiene preparadas grandes bendiciones para todos sus hijos. Pero, mientras tanto, a quien me encuentre (y a quien lea esto), le digo: Dios no deja en ridículo a sus hijos. Hoy, doy gracias a Dios por todo y doy testimonio de lo que Él ha hecho en mí.
(imagen: http://escuchamusicacristiana.com)
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