¡Qué bonito! ¿Qué es lo primero que veo en Facebook, Twitter y en los periódicos electrónicos de Puerto Rico el domingo? Fotos de las condiciones en que quedaron nuestras playas luego de la celebración de la Noche de San Juan. Hoy no voy a elaborar mucho: ¡que mucho puerco y puerca vive en esta isla!
¿Cómo es posible que disfruten de las playas y se vayan dejando las toneladas de basura que dejaron anoche? ¿O les gustaría que los invitados a una fiesta en su casa se la dejen igual? Eso es cosa de puercos.
Si nosotros no somos capaces de cuidar lo más básico que tenemos como seres humanos, la tierra en que vivimos, en mi libro perdemos el derecho de criticar cómo está la sociedad y quejarnos de los problemas sociales. ¿Con qué cara? Porque, si usted fue de los que ensuciaron la playa que visitó anoche, es un(a) puerco(a) y lo sabe. Y si no lo sabía, se lo aviso.
Puerto Rico es una isla como ninguna otra, y lo menos que debemos darle a cambio de brindarnos un hogar es amor, cuidado, respeto. Ya está bueno de que destruyamos el mayor regalo que Dios nos ha dado: nuestra tierra. Y no, no me tiene que dar igual esta vez porque haya pasado antes. El tiempo de cambiar lo que está mal siempre será el presente. Nunca será tarde para tomar conciencia y enseñar a las futuras generaciones el amor a la tierra. Todo empieza en casa. Eso es de gente agradecida. Y en este cuadrilátero llamado vida, hay que saber de dónde uno viene y ser agradecido por las oportunidades. Y nacer y/o vivir en Puerto Rico, digan lo que digan los estudios y dos o tres desubicados, es una bendición.
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