Por fin, luego de varios años, tenía carro para mi uso diarios. Y aunque no tenerlo no me detuvo para hacer mis cosas, no les niego que es una comodidad. La libertad e independencia de movimiento es invaluable para mí. Claro, uno sabe que las cosas se dañan con el uso, ¿pero quién pensaba en eso ahora? Uno sigue su vida lo mejor que puede, y nada más.
Hasta que, de momento, el aire acondicionado empieza a tirar aire caliente, y el radiador del carro a botar el coolant. Mi compañero me avisa rápido y apago el carro. El radiador dijo caput. Eso solo significaba una cosa: de nuevo, a pie. Miré mi cartera y habían 10... 10 moscas y 4 mosquitos del Zika. Miro el balance de mi cuenta bancaria y está más vacía que la mirada de Jovani Vázquez. O sea, ese día yo no iba a resolver nada.
No es la primera vez que se me daña un carro, ni la primera vez que estoy pela'o, ni la primera vez que no tengo una solución rápida a un problema. Y no van a ser las últimas. Pero en esta ocasión, había algo diferente. Una sensación algo desconocida para mí en estos casos. Sentía tranquilidad. No era la situación en la que deseaba estar, pero no me quitaba el sueño. Créanme, en esos momentos no habían muchas opciones. La única: confiar en que Dios siempre provee, solo tenía que mantenerme en pie de lucha.
Hay momentos en la vida que te muestran cuánto has madurado, crecido, aprendido. Y les confieso, a mí todavía me falta mucho de todo eso. Soy una obra en proceso, sin vistas públicas. Pero se han hecho avances, se han vivido muchas cosas en las que se me ha puesto a prueba y, dándole gloria a Dios, puedo decir que sigo en pie. O a pie, como hasta ayer. Pero en pie viviendo lo mejor que puedo.
Ya se le cambió el radiador al carro gracias a Dios, a través de ángeles que puso en mi camino. Debo ese dinero, y me toca trabajar para reponerlo. Pero la tranquilidad, la independencia, la comodidad, la enseñanza que me dejó mi radiador roto no tiene precio. Porque en este cuadrilátero que llamamos vida, la experiencia ganada lo es todo...
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