viernes, 3 de agosto de 2012

En pie de lucha

En este cuadrilátero llamado vida, no puedes pedir tiempo. No te dan tregua, ni la puedes dar. El reloj corre, y hay que aprovechar cada segundo desde ese primer campanazo. 

La introducción...

  
"Haciendo su recorrido hacia el ring, el retador..."

Asomamos nuestra cara hacia afuera de la casa y sabemos de antemano que nos encontraremos con un tumulto de gente metida en carros en un descomunal tapón. Muchos, con demasiadas presiones sobre sus hombros. Con tristeza. Con miedo. Otros, con esperanza. Quizás, sólo con eso. Todo eso está presente en nuestras mentes. Pero aún así, nos encaminamos a la lucha diaria... Orando que no se vacíe una goma.

Suena la campana... 

"Ding, ding"

Ponchamos en el trabajo, entramos al salón de clases, a la oficina del gobierno, al salón de terapias... Y la lucha comienza. 

Toma de arbitro...

La rutina, los problemas, el cansancio, vienen de frente hacia nosotros y medimos fuerzas con ellos, tratando de sacar ventaja y dominar. Hasta otras personas se convierten en nuestros rivales, hasta con una mala actitud.  Empiezan los candados, las llaves y contrallaves. Un trabajo a última hora, una asignación, un cliente difícil, un compañero o compañera de trabajo aún más difícil, son esa "picada de ojos" que nos quita el foco momentáneamente.

Monkey flip y un par de patadas voladoras...


Algunas veces hay gente que nos quiere hacer lucir mal y humillarnos. Estas dos movidas son ejemplo de eso. El abusador de la escuela, el o la recepcionista amargado, el lambón del jefe que no quiere que lo hagan lucir mal, el maestro o maestra que cree saberlo todo... Hay que sacudirse y seguir luchando. 

Pelea fuera del ring...


Y muchas veces, para resolver los problemas, tenemos que "matarnos en la raya" (Héctor el Father voice) (Cuando digo matarnos, no es literalmente). Las circunstancias no serán siempre las mejores. Hay que estar preparado para pelear, por mi educación, por mi desarrollo profesional, por mi felicidad. Por los medios que sean necesarios.

La llave final...



Quizás la apliques tú, o la recibas. Eso es inmaterial. Porque, al fin y al cabo, es sólo una batalla. Son las únicas 24 horas que tenemos en nuestras manos y, en ellas, aprendemos de cada triunfo y cada fracaso. El día no depende tanto de metas individuales, sino de construir una experiencia de vida plena y satisfactoria. Hoy aprendo y crezco porque vivo. Si mañana despierto de nuevo, habrá tiempo para reagruparse e ir por ese toque de espaldas, por los tres segundos. Ganando o perdiendo, soy una mejor persona hoy. ¡Pero no se equivoquen! Hoy es el tiempo de ganar. Éxito, y nos vemos en las luchas. 

"¡Uno, dos, tres! El vencedor es..." 




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